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Muerte artística del protagonista

Fotograma de El bueno, el feo y el malo

SERGIO C. FANJUL – Madrid – 20/10/2010

Mientras muchas películas basan su éxito en la presencia de una superestrella, algunos van a la contra y se dedican a rehacer los filmes sin los actores. En su corto Ya viene, aguanta, riégueme, mátame, el colectivo audiovisual Los Hijos (www.loshijos.org) recoge cuatro secuencias emblemáticas del cine patrio (el tren que llega al comienzo de El espíritu de la colmena, el puente de la M-30 en el que se cuelgan los asilvestrados chavales de Historias del Kronen, el basurero regando a Carmen Maura en La ley del deseo, la escena final de Amantes) filmadas sin iluminación, ni edición de sonido… ni actores. Solo se subtitula con los diálogos originales. Así, por ejemplo, se puede leer el texto de Carmen Maura («¡Riégueme, riégueme!») incitando a un basurero a empaparle aunque lo único que vemos es una anodina pared del cuartel de Conde Duque, Madrid, donde Almodóvar situó la escena. «Los exteriores en el cine español están planificados como si fueran decorados de teatro, muy bien iluminados, muy cuidados», dicen desde el colectivo, «con este vaciado reivindicamos el cuidado por la ubicación geográfica tal como es, que está un poco abandonado».

Que se rodase un remake de El bueno, el feo y el malo, el spaghetti western que Sergio Leone estrenó en 1966, no sería nada extraño. Lo raro es que se haya rodado pero sin bueno, sin feo y sin malo. Seguir leyendo

Disidente entre los suyos

'Un je m'en-foutiste' GORKA LEJARCEGI |Imagen de Chabrol en Madrid, en 1998

DIEGO GALÁN 13/09/2010

Claude Chabrol perteneció a la generación de la llamada Nouvelle Vague pero no formó parte de sus premisas. En realidad, no las hubo. Todo aquel movimiento consistió en un grupo de muchachos ambiciosos que necesitaban matar al padre para reemplazarlo. Los viejos clásicos del cine francés fueron despedazados con mordacidad en sus críticas, la mayoría de ellas publicadas en la revista Cahiers du Cinéma, y cuando lograron dirigir sus propias películas cada cual tomó un camino distinto. Salvo la modernidad del lenguaje, ningún otro elemento común apareció en ellas. Godard, Rivette y Resnais, supervivientes de aquel movimiento, casaban mal entre ellos, y aún menos con Chabrol, Truffaut, Louis Malle, Eric Rohmer, Marguerite Duras o Alain Robbe-Grillet… Fueron individualidades que renovaron la cinematografía francesa, y de paso también la europea y parte de la mundial, más por su ímpetu creativo que por ajustarse a normas. Seguir leyendo