La seducción de una luz fácil de entender
«Todo se puede banalizar, es cierto, pero la pintura impresionista como objeto de estudio y exposición es inagotable. Otra cosa es que se piense que la mayor virtud de un artista radica en desbordar cifras de visitantes o en que lleve su nombre un aeropuerto», asegura convencido Javier Arnaldo, conservador para investigación y extensión educativa del Museo Thyssen-Bornemisza.
El movimiento que puso punto final a la pintura de academia y arrancó los primeros gestos de la modernidad, que se fijó en temas mundanos y se olvidó de la pompa del retrato de salón, que se preocupó por el reflejo inmediato de la realidad más alegre, que convierte a la naturaleza en la gran protagonista de sus temas, que rechaza la mitología y se recrea en el pequeño instante de los efectos atmosféricos ese movimiento ha terminado por comerse al resto entre el gusto del gran público. Seguir leyendo