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Picasso y Degas, cita en Barcelona

Bailarina de Degas y pintura de Picasso

CARLES RIBAS | Joven bailarina de 14 años, de Degas, y Desnudo amarillo, de Picasso.

J. M. MARTÍ FONT – Barcelona – 15/10/2010

A ambos les gustaban las mujeres pero a Pablo Ruiz Picasso (1881- 1973) le gustaba el sexo y lo practicaba sin complejos, mientras que Edgar Degas (1834-1917) fue sobre todo un voyeur atormentado, siempre rodeado de mujeres pero con fama de célibe. Pertenecían a dos generaciones distintas. Cuando Picasso llega a París por primera vez en 1900, Degas es uno de los referentes del impresionismo, cuyo mejor momento parece ya haber pasado.

Conocida es la pasión del malagueño por los grandes maestros; por los clásicos del pasado y por los que llegó a conocer. Pero entre la cantidad de trabajo académico sobre su obra, no había casi nada de su pasión por Degas. Fue una institución del prestigio del Sterling & Francine Clark Art Institute de Williamstown (EE UU) la que se atrevió a proponer una muestra sobre ello. Hace cinco años se pusieron en contacto con el Museo Picasso de Barcelona para pedir obras prestadas para la muestra. La respuesta fue: lo que ustedes quieran, pero lo haremos conjuntamente. Seguir leyendo

El liberal, la progre y la prostituta

Prostitución infantil en Brasil

Kim Manresa (1961) empezó a publicar sus fotografías en 1975. Sus imágenes, tomadas por todo el mundo, se centran en temáticas sociales. En la imagen vemos a dos niñas víctimas de la prostitución infantil en Brasil.

VÍCTOR LAPUENTE 31/08/2010

Profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Gotemburgo, Suecia.

La derecha más liberal y la izquierda más progresista están de acuerdo en una misma reforma. Hay que legalizar la prostitución. Para el liberal (hay muchas voces liberales, pero, por su estatura intelectual, recomiendo a Sala-i-Martín en La Vanguardia, 17-9-09), el Estado no puede prohibir el intercambio voluntario de servicios entre adultos a cambio de dinero. Para la progresista (ídem, Imma Mayol, EL PAÍS, 25-9-09), el Estado debe garantizar a las «trabajadoras del sexo» la salvaguarda de sus derechos. Para ambos, la regularización, al hacer aflorar una economía sumergida, reduciría tanto el tráfico ilegal de personas como los abusos y las condiciones de explotación en las que viven muchas prostitutas. Y, de paso, podríamos recaudar impuestos, que nos viene muy bien en tiempos de crisis. ¿Algo que objetar a esta conjunción de las mejores virtudes del mercado libre y del Estado regulador-protector?

Me temo que sí. Seguir leyendo